Respetable Logia Simbólica nº 143
Moriá
Murcia

La Masonería en España (V) 1936-2001

En julio de 1936 el Grande Oriente Español se aproximaba a 200 logias y el numero de sus miembros rondaba los 6.000 cuando … La sublevación de varias unidades militares en la península y de la mayor parte del ejército de África, junto con algunos miles de civiles en diversas provincias, y la perdida de los nervios por parte del Gobierno con la entrega de armas a partidos políticos y sindicatos de izquierdas, marcan el principio de la mayor y más sangrienta persecución que haya tenido que sufrir la Masonería. Ya desde los primeros días, en el bando nacionalista se comienza a fusilar masones, por el simple hecho de serlo y sin mediación de ninguna otra acusación.

Es coadyuvante a ello la satanización que de la Orden realiza una Iglesia Católica, que toma partido y declara, a la más sangrienta y absurda de las confrontaciones entre hermanos como “santa cruzada”, santificando así los asesinatos sin numero que las tropas sublevadas cometen en los territorios que controlan, e influyendo de igual manera en la aversión del general Franco por la Masonería, de la que pasó, de solicitar ser iniciado durante su estancia en destinos africanos, a un profundo odio. Todo ello fruto del rechazo que sufrió y por identificarla como uno de los culpables de la separación de sus padres. Su padre era masón, al igual que lo fuera su hermano Ramón.

Es demostrativo del profundo odio que el general Franco sentía por la Masonería, el que dictara un durísimo decreto en su contra ya el día 15 de septiembre de 1936. Sin que ni los generales ni los otros altos mandos militares del bando nacionalista que eran masones, pudieran hacer nada o muy poca cosa a favor de sus hermanos. Sobre todo durante los primeros meses de la guerra, en el transcurso de los cuales la simple sospecha de la condición de masón conducía inexorablemente al pelotón de fusilamiento. Durante todo este período, no habiéndose podido realizar todavía un estudio en profundidad, pero contrastados los datos que se poseen con la memoria histórica de los hermanos sobrevivientes de la persecución y del exilio, se calcula que los masones asesinados llegan a 2.000, tras simulacros de procesos sumarísimos y, muchas veces, sin ni siquiera ese trámite previo.

Finalizada la guerra con la victoria del general Franco, la esperada reconciliación nacional no se produce y el odio más irracional se ensaña contra la Masonería, dictándose la llamada ley de represión de la Masonería y el comunismo de 1-III-1940, en la que de forma incomprensible se meten en una misma canasta a masones y comunistas, estos tan encarnizados enemigos de la Masonería como el propio general Franco.
Como consecuencia de esta ley, por su calidad de masones como único delito, 1608 hermanos fueron condenados a doce años y un día de reclusión, 285 a dieciséis años de reclusión menor, 133 a veinte años y un día de reclusión mayor y 159 a treinta años de reclusión mayor. Muchos cientos de ellos no consiguieron sobrevivir a tan duras condenas y pasaron al Oriente eterno desde las mazmorras, a donde habían sido conducidos por la ignorancia y el fanatismo de sus verdugos. La mejor prueba del rigor y de la estupidez de los sicarios del general Franco es que, habiendo en la España de 1936 no más de 6.000 masones, de los que hay que descontar los cerca de 2.000 fusilados y los varios cientos que consiguieron exilarse, el tribunal especial instruyó 80.000 sumarios contra supuestos masones; haciendo, en los años posteriores, del tan estúpido como carente de realidad y sentido «contubernio judeo-masónico», el responsable de todos los problemas del régimen: desde la pertinaz sequía hasta el aislamiento internacional o el tradicional odio y envidia que nos tienen los extranjeros por ser la reserva espiritual de occidente.

Desde 1936, todos los bienes del Grande Oriente Español, de sus Logias, de sus miembros, y muchas veces de sus allegados, fueron confiscados, sin que más de un cuarto de siglo después de la muerte del dictador y el establecimiento de la democracia, ninguno de los distintos gobiernos que se han sucedido haya hecho nada por reparar, aun que sólo sea simbólicamente, tales injusticias.

Unos pocos cientos de hermanos consiguieron escapar a la represión y establecer el Grande Oriente Español en el exilio, gracias al decreto de hospitalidad de la Gran Logia del Valle de México. Ello permitió que la voz de la Masonería española no fuera totalmente acallada por la brutalidad de sus perseguidores, y que algunas logias auspiciadas por el Grande Oriente Español siguieran reuniéndose en el norte de África, Francia e Hispanoamérica. La Gran Logia Española, ya sin ninguna organización hacia el final de la guerra civil, no lograría sobrevivir a la persecución y el exilio.

Tras la muerte del general Franco el Grande Oriente Español, del que en 1970 había sido elegido Gran Maestro don Jaime Fernández Gil de Terradillos, redobla sus esfuerzos y contactos con los hermanos de todas las Obediencias de Europa, con el fin de conseguir que las presiones internacionales, en una primera fase obligasen a los gobernantes españoles a emprender un inequívoco camino hacia la democracia, y para que, conseguido esto, no faltaran a la joven democracia española los apoyos y ayudas internacionales que le serían tan necesarios, sobre todo en los primeros momentos. Del éxito de aquellas gestiones no somos los masones los que debemos hablar, será la historia la que juzgue hasta que puntos fueron decisivos.

La XXVII convención de los Supremos Consejos de Grado 33 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, reunida en París los días 21, 22 y 23 de mayo de 1977, consideró positivo el regreso al territorio patrio del Grande Oriente Español, al darse las condiciones políticas que lo permitían. Conforme con este espíritu expresado por los Soberanos Grandes Comendadores reunidos en París, el Gran Maestro Jaime Fernández Gil de Terradillos, previo acuerdo en ese sentido de los supervivientes del Gran Consejo Federal Simbólico reunidos en México, decide retornar a España y tomar posesión del territorio de exclusiva soberanía del Grande Oriente Español. Ello se realiza poco después, mediante la celebración de la primera Gran Asamblea Nacional del Grande Oriente Español (y de la Masonería en general) en suelo patrio, desde la guerra civil. Reunida la Gran Asamblea en Madrid el día 2 de noviembre de 1977, se procede a nombrar la Comisión Permanente del Gran Consejo Federal Simbólico (Gobierno de la Orden): que figura en el comunicado oficial que se reproduce más adelante.

De las decisiones de esta Gran Asamblea nace el decreto de instalación de 4 de noviembre de 1977 por el que se pone fin al exilio y se declara instalado en España, con plena soberanía de Potencia Masónica Regular del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, al Grande Oriente Español.

El 14 de noviembre de 1977 se eleva un memorial a las autoridades religiosas españolas, en el que se expone el deseo de la Masonería española de mantener «relaciones fraternas, sinceras y respetuosas con la iglesia», en sintonía con las mantenidas en Francia con Monseñor Martí y ,en España, con historiadores de la talla de los sacerdotes católicos Pedro Álvarez S. J. o José Antonio Ferrer Benimelli S. J..

Se inician seguidamente una serie de intensivas negociaciones en Estrasburgo, París y Madrid, cerca de autoridades masónicas de Francia y del Gobierno español (ministerios de Asuntos Exteriores y de Interior, y Presidente de las Cortes), que desembocan en una cordial reunión del Gran Maestro y otros Grandes Dignatarios del Grande Oriente con don Rodolfo Martín Villa, a la sazón ministro de Interior, en la que se le presentó toda la documentación necesaria para la legalización del Grande Oriente Español, siendo esta muy bien acogida por el ministro, el que ofreció su incondicional apoyo para la celebración de una rueda de prensa encaminada, en expresión del señor Martín Villa, a que «el impacto del regreso oficial de la Masonería a España esté debidamente dosificado».
La reunión con los medios de comunicación se celebró el 29 de noviembre de 1977, asistiendo, además del Gran Maestro, el Gran Maestro Adjunto, el Gran Secretario, el Gran Orador, el Gran Tesorero y el Gran Experto, haciéndose entrega a la prensa de un comunicado oficial que decía:

1º El Grande Oriente Español fue fundado dentro del espíritu y la letra de las constituciones de Anderson de 1723.

2º Constituye una Obediencia masónica con plena soberanía en el territorio de diversos pueblos ibéricos que constituyen la nación española.

3º Sus trabajos son de formación ética y de orientación del pensamiento en una fraternidad universal.

4º La XXVII convención de Soberanos Grandes Comendadores, celebrada en junio, tomó la resolución de ayudar a la Potencia masónica Regular Española para que recobre la legalidad dentro del Estado español.

5º La Junta directiva, tras la asamblea celebrada el 2 de noviembre de 1977, fue constituida por:

Gran Maestro (Presidente), Jaime Fernández Gil de Terradillos
Gran Maestre Adjunto (Primer Vicepresidente), Antonio del Villar Massó
Gran Secretario (Secretario), Francisco Espinar Lafuente
Gran Orador, Antonio García Borrajo
Gran Tesorero, Mario Asensio Escrivá
Gran Arquitecto Revisor, Francisco Torío Baladrón
Gran Experto, Urbano Oraad de la Torre

6º El Grande Oriente Español admite a los creyentes de cualquier religión y rechaza el puro y simple ateo, al indiferente hacia la esencia y destino del hombre, y a quien mantenga una actitud hostil hacia las raíces del fenómeno religioso.

7º El Grande Oriente Español es la única Obediencia masónica española reconocida, y rechaza toda responsabilidad que pudiera derivarse de declaraciones hechas por personas que, atribuyéndose jerarquías masónicas, no pertenecen a este Grande Oriente.
8º El Grande Oriente Español ha entrado en relaciones, en junio pasado, con autoridades españolas en el Consejo de Europa y, hace unos días, se entrevistó durante más de una hora con el ministro de Interior Martín Villa, en un clima de cordialidad y comprensión, y espera ser legalizado en breve plazo.

9º No obstante no tener aún ningún reconocimiento legal, El Grande Oriente Español trabajó ya junto con las autoridades españolas, antes, durante y después de la admisión de nuestro país en el Consejo de Europa.

10º El Grande Oriente Español mantiene relaciones con representantes de la Iglesia Católica española y extranjera, a diferentes niveles, y espera y desea establecer relaciones con ella, dentro de un clima de respeto mutuo. El canon 2335 del Código de derecho canónico no afecta al Grande Oriente Español, ya que no “maquina contra la Iglesia o contra las potestades civiles legítimas”.

11º El Grande Oriente Español apoya y defiende el orden público y será leal a la Monarquía Española “con la misma firmeza con que ayer lo fue a las instituciones republicanas”.
Los apartados 10º y 11º del manifiesto, que se refieren al apoyo a la Monarquía Española y recogen los comentarios sobre la Iglesia Católica, moderados en su expresión, absolutamente corteses y consecuentes con la legalidad masónica, que obliga a los masones a ser respetuosos y fieles colaboradores del poder civil legalmente constituido en su país, así como a respetar las ideas religiosas sean las que fueren –máxime las absolutamente mayoritarias, como es el caso de la Iglesia Católica en España–, fueron tomadas como una afrenta personal por algunos viejos republicanos, absolutamente fuera de la realidad e ignorantes de los cambios que se habían producido en España durante los últimos 40 años.

A partir de las discrepancias de ese pequeño grupo se produce la división de la Masonería Española, que unida durante el exilo no supo estarlo a su vuelta. De la división nació el efímero Gran Oriente Español Unido y, más tarde, dentro del ámbito del Gran Oriente de Francia, la Gran Logia Simbólica Española. Otro grupo pasó a unirse a la Gran Logia Nacional Francesa. Este grupo, cuando consiguió años después reunir tres logias, constituyó el (6 de noviembre de 1982) la Gran Logia de España, como Obediencia de nueva planta.

El daño a la Masonería se había consumado. El Ministerio de Interior, viendo la división interna, se apercibió de la debilidad de la Masonería Española en aquél momento, por lo que, a pesar de las múltiples gestiones realizadas por el Grande Oriente Español en todos los foros internacionales apoyando a la naciente democracia española, la legalización de la Masonería no terminaba de producirse, aunque se recibían todo tipo de buenas palabras del Gobierno. Lo que obligó al Grande Oriente Español a plantear pleito contra el Estado. Se ganó en primera instancia ante la Audiencia Nacional y, tras el recurso del abogado del Estado, se volvió a ganar ante la sala cuarta del Tribunal Supremo, mediante la sentencia número 47.103 de 3 de julio de 1979. El Ministerio de Interior se vio obligado a registrar al Grande Oriente Español con el número 32.886 nacional. Acabaron así 43 años de ilegalidad y 40 de exilio. En el camino quedaron miles de hermanos que nos precedieron en el Oriente eterno, con la angustia de no saber cuándo terminaría la persecución.

Durante los siguientes años la Masonería Española poco a poco y no sin grandes dificultades fue creciendo y consolidándose. La Gran Logia de España poco a poco fue reconocida por la práctica totalidad de la Grandes Logias regulares del mundo.

Mientras tanto, hoy como ayer, decir Grande Oriente Español es resumir en una breve frase la historia de más de dos siglos de Francmasonería en España. Es recordar la historia de los Ilustrados Españoles, del nacimiento del Liberalismo como doctrina política y de la defensa de los derechos del hombre. Es, en fin, un Grito de Libertad contra el oscurantismo, la incultura, el caciquismo y la opresión que, históricamente, subyugó al pueblo español hasta el advenimiento definitivo de la Democracia con la Constitución de 1978.

Como el mismo pueblo del que se nutre, el Grande Oriente Español ha sufrido mucho a lo largo de su historia bicentenaria. Sus miembros han sabido de destierros y de cárceles, sus mártires se cuentan por miles. Poderes fácticos, han programado en diversas ocasiones su desaparición. Pero ni las persecuciones, ni el destierro, ni el exilio, ni las cárceles, ni los patíbulos, ni las traiciones de los infiltrados y los aprovechados ocasionales, consiguieron nunca doblegar su espíritu. Por ello, hoy, como ayer y como será mañana, el Grande Oriente Español sigue en su puesto.
El Grande Oriente Español, por acuerdo adoptado por la unanimidad de los miembros de su Gran Asamblea General Extraordinaria, reunida en los Valles de Madrid el día 31 de marzo de 2001, e.·. v.·., quedó indivisiblemente unido a la Gran Logia de España, formando el Grande Oriente Español y la Gran Logia de España una única Obediencia Masónica; aun conservando ambas instituciones la personalidad jurídica, mas tan sólo a los efectos asociativos y por imperativo legal emanado de la Ley de Asociaciones.

Desde el día 31 de marzo de 2001, e.·. v.·., todas las Logias del Grande Oriente Español suspendieron sus trabajos ritualísticos y abatieron sus columnas, integrándose sus miembros en Logias de la Gran Logia de España.

Desde el día 31 de marzo de 2001, e.·. v.·., el Gran Maestro del Grande Oriente Español es el que en cada momento lo sea de la Gran Logia de España.

Con dichos acuerdos quedaron unidas para siempre la historia y las tradiciones de la Masonería Española, representadas por el Grande Oriente Español, y la regularidad y los reconocimientos de todas las Grandes Logias Regulares del mundo, aportados a la unión por la Gran Logia de España.
En su consecuencia, la Masonería Regular Española, es decir, la Gran Logia de España «en la que tras los acuerdos de unión con el Grande Oriente Español se entronca toda la historia de la Masonería Española, desde que en 1728 Lord Coleraine, Duque de Wharton, fundara en Madrid la Respetable Logia Matritense o de las Tres Flores de Lys, hasta nuestros días» es la única Obediencia Masónica Española, constituida, bajo una sola Pirámide Masónica y un único Gran Maestro, por el Grande Oriente Español y la Gran Logia de España.

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